Caballero cristiano
se purga en la derrota.
Viene a
saber entonces qué poco es lo seguro.
Viene a
pensar qué necio es andarse con apuro.
Viene a
sentir presencia que por el aire flota
sin darse a
ver. La granada de humildad explota
entre sus vértebras,
tras el golpe seco y duro
de la vergüenza.
Después, un hormigueo puro
de alba
interior hace costura a su carne rota
y a la
cueva pequeña del místico se arrima
para dormir
dos horas, comer unas raíces
y meditar. La
nieve muerde sus pies desnudos.
Tan sólo un
manto lánguido hay para echarse encima.
No queda ni
el anhelo de otros días felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí estamos.