Con cierto
rubor extra de niñez a destiempo
asomado a
balcones de la casa faltante
escoltado
en malvones y geranios de otrora
como los
que mi abuela mimaba infatigable
me aferro a
una esperanza que sin duda atardece.
Es la
tierra que rota, no el astro que abandona
después del
hundimiento de orgullo y carabelas.
Para eterno
matrimonio de sal y mejillas
cuanto más
alejado el mar, más salpica
sus espumas
alzadas en furia matemática.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí estamos.