El laberinto estético del sueño
me puso un lápiz púrpura en la mano
y un cuaderno de escombros, un insano
folleto roto de alcaucil y leño
incandescente en arrebol sureño.
Hay golondrinas que pían en vano
y pierden el camino. Hay un lejano
cantar de las ballenas, y un empeño
del viento por
fijarse en el otoño.
Una niña se ríe. Lleva un moño
de esmeraldas y cintas de lechuga
que la enredan al cielo y al rocío.
Va rasgando papeles. Tiene frío.
Baila un minué y la falda se le arruga.
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