Con el espanto de una torta cuando clavan velas
y luego las encienden para que llueva cera
caliente y corrosiva sobre su piel de dulce
que un cuchillo hendirá soñando carne,
así quedé flotando en tus manteles,
fraguando una sonrisa de frutilla y nata
y un pudor plateado de regalo pedido
cuando ya a todas luces lo dejan de querer.
Rasgabas el papel para tu buena suerte
y todos te cantaron lo esperable.
Pusiste tres deseos de azúcar impalpable
en la furia de un soplo y la ternura del fuego.
Mi porción quedó en el freezer.
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