En un momento dado
la luna viene a casa y toca el timbre.
me encuentra distraído,
arremangado en hábitos inocuos.
No quiero abrir la puerta,
me resisto al chantaje de un satélite.
Ya bien me sé las prisas
que horadan redondeles en el cielo.
Por un ojito blanco
se adivina el afán de lo celeste
por contar el ganado
en este paraíso de cuatreros.
Sostengo buen silencio.
No germinó mi rosa delatora
ni los sueños tranquilos
en esta noche fría de garbanzos
y desvelo salado,
con ansiedad punzante en las encías.
Debo llegar temprano
a ceremonias tontas y apagadas.
Nada del otro mundo.
Tan simple como eso.
Nada del otro mundo.
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