La vida es una muerte demorada
y la muerte es al fin un cierto alivio
y el alivio, un derramarse tibio
de memoria desprendida, olvidada.
El olvido es agente de la nada,
y la nada es hastío del convivio
y el convivio se va, como un anfibio
lento y silente sobre tierra mojada
y la tierra es espejo de otra cosa.
El espejo se quiebra como un grito
y ese grito se esfuma en el instante.
Instante de algarada quejumbrosa.
De la queja en azul se fragua el mito,
el mito que hace eterno lo inconstante.
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