Compraría una cajita de música
tan delicada
que al darle cuerda derramara lágrimas
azul lavanda.
Sobre tu cama, con mi beso náufrago
yo la dejara,
y mi pañuelo de perpetuo atónito,
por si no estabas.
Una caricia de sedosos látigos
me acompañara
hasta los bordes de tu ausencia nítida,
exacerbada,
vacío puro de rebordes míticos
en luna clara.
Pusiera sol de alondra entre tus sábanas
por si te falta
y un duende sabio del concierto onírico
junto a la almohada.
Una fogata de esperanza pálida
bajo la manta
y caballitos de esplendor telúrico
sobre dos patas.
Seis secretitos del amor pretérito
yo susurrara
como el que hacía una pirueta lánguida
y se marchaba,
buscando acaso que un aire benéfico
los escanciara
en tus orejas de algodón y sándalo
por la mañana.
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