Efecto de
las comidas picantes:
queda
sobreexcitado el paladar
y
ensayamos, queriéndolo calmar,
seguir
tragando como hicimos antes.
Así con el
amor. Somos infantes
alterados.
Exceso de jugar.
¡Que
insista la pelota en rebotar!
¡Que rías,
que bailes y que cantes!
Si la
entrega del cuerpo fue dañosa,
las áreas
percudidas del combate
se obstinan
en pedir más de lo mismo.
La gesta
del dolor se sueña hermosa.
Procuramos
hundir el acicate
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