martes, 17 de junio de 2014

Loco sin carnet


Suelto, desencadenado,

presuroso en el camino,

habilitado, dispuesto,

así me pienso ahora, pero...

 

también el taxista anuncia

con banderas que va libre

y todos lo vemos preso

en cofrecito de lata,

 

la vida cuadriculada,

el ánimo embotellado,

cambiando el amo de a ratos,

las andanzas tarifadas

 

y en la maniobra, el insulto

brotando casi de suyo,

como si la ceremonia

prescindiera del actuante

 

y la bronca fuera autónoma,

un gesto independizado.

¿Qué conduce quien conduce

cuando lanza un improperio?

 

¿Qué danza bailamos todos?

¿A gusto de qué coreógrafo?

Y el amor, ¿quién lo rescribe?

¿Reciclando qué libretos?

 

¿Hay vocación? ¿Dónde surge?

¿Quién escancia los motivos

en los motores ocultos?

¿Cuánto trecho aguanta el tanque?

 

¿Hay estación de servicio?

¿Y está al servicio de quién?

No por nada la licencia

de conducir me ha vencido

 

allá por el dos mil seis.

Cualquier día pido un coche,

memorizo las señales

y llego, limpio y orondo,

 

pidiendo nuevo carnet

a las calles suburbanas

que tramitan el asunto

según lo tengo entendido.

 

Buscaré datos precisos.
 
 
 
 
 

 

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