Empujado
hacia Dios para negarlo,
en lucha
desigual está el ateo.
Viendo su
pelea, a Dios yo veo
O, al
menos, lo deduzco. Explicarlo
excede mis
potencias. Declararlo
no alcanza
ni a mostrar en lo que creo
ni excita
cosa más que mi deseo
de abrirme
de algún modo, y aceptarlo.
Obstáculo
primero es mi torpeza.
Después mi
vanidad. Tercero el miedo
y cuarta,
sin ser menos, la pereza.
Donde reina
la bruma, absorto quedo.
A mi favor,
quizá, el desasosiego
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