Soy tan del
Sur, tan del Sur
que tal
como Buenos Aires
se va
escondiendo del río
así me
aparto del agua.
Como hacía
en Mar del Plata,
la ciudad
donde nací,
por sentir
que estaba fría,
atormentada
y antártica.
De niño me
sumergía
con temor,
y ese bautismo
de hielo me
fue calando
los
andamios y el alero.
Por eso, si
voy al Norte
ocurre que
me derrito
al rumor de
los arroyos
y el
alboroto de besos.
Por eso,
ahora que camino
las calles
de Bahía Blanca,
encuentro
que no hay bahía
y casi ni
me sorprendo.
Habrá
quedado entre sombras,
en las
celdillas del viento,
en reserva,
en frasco, en vilo,
en el lujo
de estar lejos
como
estamos los del Sur,
tímidos,
algo apagados
detrás de
los parapetos,
tapujando
nuestras voces...
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