jueves, 23 de octubre de 2014

Al pasar


 

Cuánto cielo se pierde, qué mal tótem se para

cada vez que por verme se te amarga la cara.

Como un auto sin rumbo que de pronto volcara

cae mi corazón en cardos de la curva clara.

 

Sin embargo, hacía falta que tu don esquivara

mi alboroto solemne, con su insistencia rara

en magnolias azufradas de piedad avara

que podía encenderse, que quizá te quemara

 

o a mí, que vivo en uso contumaz de mis sesos

a imprecisa brazada por los mares espesos

y confundo la náusea, la mordida y los besos

 

con el son desahuciado en que se acunan los presos

o la savia impermeable donde flotan ilesos
 
los que para reliquias han pulido sus huesos.





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