Hay unas
flores –no sé cómo se llaman-
cuyo color
no acierto a definir.
Las cortan
unos para el elixir
con que
humedecen lo que no proclaman.
Dan el
aroma de aquellos que aman
y la
nostalgia de antes de partir.
Buscan su
savia allá por el nadir
de la
conciencia, que nunca reclaman.
Sueltan el
polen a los cuatro vientos
cuando en
el aire se les queda quieto
el cóndor
aumentado de las noches.
Escupen
hojas a los descontentos.
No andan en
ramos. Huyen del aprieto
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